"Yo estoy bien (pero no)". El PSOE y el show.

El PSOE dice que está bien. Que no pasa nada. Que todo esto son ataques. Que no hay corrupción, ni imputaciones, ni causas judiciales. Solo fango. Solo bulos. Solo una ultraderecha malvada con toga, micrófono y hemeroteca.
Yo estoy bien, repiten. Pero no. No lo están.

¿Una esposa investigada por corrupción? Bien.
¿Un hermano cobrando sin aparecer por su puesto? Bien.
¿Un caso de mordidas que llega hasta el ex secretario de organización del PSOE? Bien también.
El PSOE vive su mejor momento… en el mismo sentido en que el Titanic estaba “navegando tranquilo” cinco minutos después de chocar con el iceberg.

Y aún así, sonríen.
Pedro, con esa mezcla de superioridad y victimismo, se pasea por platós y foros internacionales como si todo esto no fuera con él. Como si tener a medio entorno investigado por los tribunales fuera lo normal. Como si el Código Penal estuviera para otros.

Pero la realidad va por otro lado. El caso Begoña avanza, el del hermano también. El caso Koldo sigue dejando huellas. Y cada vez hay menos sitio donde esconder el barro.

¿Y qué hace el PSOE? Lo de siempre: montar un show.
Con la misma escenografía de siempre: golpes de pecho, ruedas de prensa con “periodistas” de plantilla, declaraciones institucionales cargadas de épica impostada.
Y si hace falta, una cartita de Pedro para que “reflexionemos todos”. Eso nunca falla.

La consigna es clara: quien investiga, ataca.
No hay jueces: hay enemigos políticos. No hay escándalos: hay campañas. No hay corrupción: hay “desinformación organizada”. El PSOE ya no discute los hechos. Discute la legitimidad de que se conozcan.

Y mientras, el país observa.
Con una mezcla de vergüenza ajena y hartazgo. Porque ya no es solo la corrupción: es la arrogancia. La soberbia. El desprecio a la inteligencia ajena. El abuso constante de un poder que ya no se siente fiscalizado, solo rodeado.

Así que no, no están bien.
Aunque sonrían. Aunque repitan el guion. Aunque se hagan los dignos. Están rodeados. Están nerviosos. Y lo saben.

Que sigan con el show. Pero cuando llegue el final —y llegará—, que nadie se sorprenda si el telón cae con estruendo. Porque por mucho que digan “yo estoy bien”… todos sabemos que no.

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